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domingo, 28 de agosto de 2011

Un bonito momento.



Existen momentos y situaciones que no se borrarán nunca de la cabeza, son cosas realmente catastróficas o por el contrario situaciones magníficas. Hablemos de aquellas tan bonitas, como cuando papá te regala tu primera bicicleta, y esa gran sonrisa que viene a continuación, o tal vez la sensación de cuando saboreas por primera vez un dulce, si esos caramelitos blanditos, o cuando logras subir a lo alto de la Torre Eiffel un día de Abril y sientes la brisa que choca en tu cara. También cuando éramos chiquititos y llegaba el tan esperado cinco de enero y que todos los nenes del mundo ponen un vasito de leche en la mesa del comedor y se van a la cama mas pronto que nunca para así levantarse la mañana siguiente a ver si los queridos Reyes de Oriente les han dejado lo que pedían en sus cartas. Que nervios. Que gran sensación. Como la del primer amor, esas cosquillitas en la boca del estómago, y la boca de besugo por el primer beso. Cuando vas creciendo te vas dando cuenta de lo estupendo y lo fantástico que son esos instantes, y que aún, cuando eres un poquito mas mayor que antes, sigues teniendo situaciones parecidas, y ahora que tenemos lógica y conciencia podemos sacarle el mayor partido a nuestros momentos, porque son nuestros, y nada debe hacer que sea insignificante. Pero como seres humanos que somos no nos damos cuenta de eso hasta que el momento acaba. Es ahí cuando nos repetimos el por qué de no disfrutarlo correctamente. Porque cuando algo acaba siempre tienes la esperanza de volver a continuar, pero llega un momento ( de esos malos de los que no quería hablar al principio ) que te das cuenta de que hay cosas que acaban para siempre, y se van para no volver.

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